La comparación es inevitable.
Un solitario helicóptero de Estados Unidos sobrevuela la capital de un país tomado por una el rápido avance de fuerza insurgente. Las embajadas extranjeras son evacuadas. En las calles reina el caos mientras civiles, atemorizados por las posibles represalias del nuevo gobierno que se impone, intentan desesperadamente abandonar el país en los últimos vuelos disponibles.
Es 15 de agosto de 2021 en Kabul, Afganistán. Pero las imágenes podrían ser las mismas que las de hace 46 años.
El 30 de abril de 1975, Saigón, hasta entonces capital de Vietnam del Sur, caía ante la entrada de las fuerzas comunistas del norte, marcando el final de una intervención militar de EE.UU. de casi dos décadas en ese país asiático.
Fue un momento humillante para el país más poderoso del mundo. La guerra en Vietnam se considera como la primera derrota militar de EE.UU. y de la que todavía quedan secuelas físicas y emocionales.
Ahora, muchos críticos del actual gobierno en Washington catalogan la caída de Kabul como “el Saigón de Joe Biden”.
¿Qué pasó en Vietnam?
Estados Unidos se involucró en Vietnam en 1954, después de la también humillante derrota de las fuerzas imperiales de Francia, que había colonizado el territorio conocido como Indochina desde el siglo XIX.
Vietnam quedó dividido en dos países, con Vietnam del Norte controlado por una ideología comunista bajo el liderazgo de Ho Chi Min, cuya meta era la reunificación.
El entonces presidente de EE.UU. Dwight Eisenhower decidió intervenir apoyando a Vietnam del Sur, convencido de que si caía ante el comunismo, lo mismo pronto sucedería con los países vecinos. La llamada teoría del dominó.
Aunque Eisenhower no desplegó tropas sobre el terreno, sí envió asesores y asistencia militar. El siguiente gobierno de John Kennedy se involucró más profundamente, designando más presupuesto y divisiones militares y realizando operativos secretos.
Pero no fue sino hasta 1965 que EE.UU. se unió formalmente a la guerra bajo el liderazgo del presidente Lyndon Johnson, con una campaña de intensos bombardeos contra blancos norvietnamitas y una presencia de más de 500.000 soldados en su momento más alto.
El conflicto siguió durante la presidencia de Richard Nixon, hasta que este poco a poco retiró casi todas las tropas de combate estadounidenses y negoció los Acuerdos de Paz de París en 1973.
Los acuerdos contemplaban la salida unilateral de EE.UU. y un intercambio de prisioneros. Nixon había prometido proteger a Vietnam del Sur con bombardeos aéreos para que no fuera arrasado por el Norte, pero sus propios problemas con el escándalo de Watergate le impidieron hacerlo.
Para cuando Gerald Ford tomó las riendas de la Casa Blanca, en 1974, el balance del poder en Vietnam estaba claramente en favor del Norte, que lanzó una ofensiva final que culminó con la caída de Saigón el 30 de abril de 1975.
Escenas de caos se vivieron en las calles, con multitudes abarrotadas frente a las instalaciones de la embajada de EE.UU. y en el aeropuerto en Saigón, buscando desesperadamente como salir del país, mientras que las victoriosas fuerzas comunistas ocupaban la capital.
La guerra en Vietnam en varios círculos es considerada como objeto de vergüenza nacional para Estados Unidos. Un largo conflicto que cobró la vida de 58.000 soldados estadounidenses y más de 2 millones de vietnamitas, costó miles de millones de dólares y, sin embargo, no logró los objetivos planteados.
Una intervención diferente con un final parecido
La guerra de EE.UU. en Afganistán duró 20 años, el conflicto bélico más largo en la historia estadounidense. Aunque la intervención en Vietnam duró más o menos lo mismo, esa guerra no fue oficial hasta unos 10 años después.
En Afganistán ya no se luchaba contra el comunismo. El nuevo enemigo era el declarado “terrorismo”, fomentado principalmente por al-Qaeda con el beneplácito del Talibán, que controlaba el país asiático.
Tras los ataques de 11-S de 2001, el presidente George W. Bush lanzó una contundente ofensiva aérea que pronto derrocó al gobierno talibán y desterró a al–Qaeda de Afganistán.
Pero después de esa victoria, el plan cambió a la completa derrota militar del Talibán y la reconstrucción de las instituciones del estado afgano para evitar que volviera a ser base de extremistas.
Eso implicó una fuerte presencia militar que fue aumentada por el presidente Barack Obama con la idea de proteger a la población del Talibán mientras se intentaba reintegrar a los insurgentes a la sociedad.
El plan de Obama también contempló entrenar al ejército afgano y prepararlo para una retirada paulatina estadounidense y un traspaso de las responsabilidades a las fuerzas afganas.
La estrategia tuvo poco éxito, con un alto número de ataques talibanes contra civiles, policías y militares afganos, mal preparados para resistir.
Tras perder más de 2.400 soldados en el conflicto -con miles más de heridos- y el reconocimiento de que el Talibán era una fuerza arraigada en Afganistán, Estados Unidos firmó un acuerdo de paz con esa organización en febrero de 2020, en Doha.
El compromiso del entonces presidente Donald Trump fue de retirar todas las tropas en un lapso de 14 meses, mientras que el Talibán aseguraría no permitir a al-Qaeda u otros extremistas operaran en sus territorios y que entraría en diálogo con el gobierno de Afganistán.
¿Se repite la historia?
Ahora, cuando el nuevo ocupante de la Casa Blanca, Joe Biden, lleva poco más de seis meses en el poder, la retirada del ejército de EE.UU. y sus aliados, dejó a un gobierno sin el apoyo para impedir la contundente retoma de la capital Kabul por las fuerzas del Talibán.
Las escenas de caos que se vieron hace 46 años en Saigón, se repiten en Kabul. Miles de afganos han llegado al aeropuerto intentando salir. El Pentágono aseguró en un comunicado que sus fuerzas continúan en control de aeropuerto.
Se informa que los soldados estadounidenses que fueron enviados recientemente para ayudar a la evacuación de sus ciudadanos han disparado al aire para esparcir a las multitudes.
El presidente Biden había asegurado que no se verían helicópteros evacuando personal de la embajada estadounidense, pero eso lo que se ha visto y líder de la minoría republicana en la Cámara de Diputados, Steve Calise, se apresuró a señalarlo.
“Este es el momento Saigón del presidente Biden y desafortunadamente fue muy predecible”, expresó Calise.
No obstante, el secretario de Estado, Anthony Blinken, trató de atenuar la imagen afirmando “Esto no es Saigón”, insistiendo en que la rápida retirada de tropas fue el resultado del plazo de 1 de mayo establecido por el acuerdo firmado por el gobierno de Trump en 2020.
Blinken señaló que la alternativa hubiese sido una guerra a gran escala contra el Talibán para evitar que se apoderaran de amplios territorios en el país.
Por otra parte, Champa Patel, directora del programa Asia Pacífico del centro de análisis Chatham House, en Londres, dice que la atención debería estar ahora con los civiles afganos y no con lo que políticamente le puede representar a una potencia extranjera.
“Lo que se necesita urgentemente ahora es asegurar la protección del pueblo afgano. Los estados deberían enfocar sus mentes en facilitar visas, dar seguridad a la gente, brindar asistencia humanitaria en el país y buscar una resolución política pacífica”, declaró en un comunicado.